El duelo es el dolor que sentimos ante la pérdida de una persona querida, y a pesar de que se trata de una reacción “normal” (por referirse a ser algo común en las personas), la manera en la que cada uno lo vive y lo manifiesta es muy diferente. El duelo puede ser una experiencia terrible, emocionalmente agotadora y puede asemejarse mucho a una depresión clínica, pero no se considera un trastorno ni un enfermedad. Se trata del modo en el que las personas nos “curamos”, la manera que tenemos de sobrevivir: igual que cuando nos rompemos una pierna no podemos salir corriendo al día siguiente, tras perder a un ser querido necesitamos un tiempo para poder recuperarnos.

El duelo se siente. Pero lo que conseguimos a través de este dolor es aceptar la pérdida, recolocar nuestras emociones con la vida y con la persona que se ha ido, para poder recordarla desde el cariño en vez desde el sufrimiento, y continuar viviendo sin miedo ni sentimiento de vacío.

¿Cuáles son las Reacciones Comunes de Duelo?

Durante el primer año es donde se dan con más frecuencia e intensidad estas manifestaciones, que afectan a las personas emocionalmente, pero también a nivel cognitivo, físico y en comportamental.

1. Reacciones Emocionales

Las emociones pueden ser de muy distinta naturaleza e incluso pueden ir cambiando:

La tristeza, junto con el “echar de menos” a la persona fallecida son los síntomas más importantes en el duelo.

Pero también existe el enfado, en ocasiones porque no se ha podido hacer nada para evitar la muerte o porque consideramos que alguien no ha hecho lo suficiente (médicos, familiares, nosotros mismos e incluso el fallecido).

A veces sentimos ansiedad, tenemos miedo e incertidumbre sobre cómo será nuestra vida sin la persona fallecida, o nos hacemos más conscientes de nuestra propia muerte y esto nos produce malestar.

Podemos sentirnos distantes, o fríos emocionalmente con otras personas y actividades, incluso estar constantemente aburridos de todo.

Por otro lado, es posible que se den ciertas emociones positivas como el alivio o la tranquilidad (cuando la persona fallecida estaba en un proceso largo y doloroso por ejemplo).

2. Reacciones Cognitivas

En los meses que siguen a la pérdida es común sentirse confuso, tener dificultad para concentrarse, estar preocupado, etc. Comprender el porqué es complicado y nos afecta en muchos aspectos. Intentamos buscar una razón, un significado.

Podemos tener pensamientos intrusivos sobre cómo sería recuperar a la persona a la que hemos perdido, o también tener imágenes mentales de él o ella en sus últimos momentos. Existen casos en los que se puede ver, escuchar o sentir al ser querido, y que se relacionan con la sobrecarga emocional que pasamos.

A menudo podemos sentirnos como si nos hubieran quitado “una parte” de nosotros mismos. Es común intentar que algo de la persona fallecida sobreviva en nosotros, y a veces esto nos hace volvernos mejores personas, también ser más conscientes de lo que en realidad es la vida y cómo queremos vivirla.

3. Reacciones Comportamentales

Hay muchas conductas que cambian cuando atravesamos un duelo. A veces vamos a los lugares que íbamos con las personas que se han ido, a veces los evitamos. Los mismo pasa con los objetos, los atesoramos o no los queremos ni ver. Podemos tener problemas de sueño, pesadillas, comer mucho o poco, o podemos sentirnos muy activos o todo lo contrario. A veces el dolor puede llevarnos a realizar conductas de riesgo, como beber o consumir, etc.

Aunque estos son unos ejemplos, el cómo vivamos el duelo depende de muchos factores, de lo que significaba la persona fallecida para nosotros, de cómo haya sido el fallecimiento, de la edad que tengamos y cómo seamos nosotros, de la experiencia previa que hayamos tenido con el duelo, del apoyo que tengamos, etc.

En ocasiones el duelo no se vive hasta que ha transcurrido un tiempo, bien porque la persona doliente tenía demasiada carga y no lo ha podido sentir, o porque no pudo aceptar la pérdida en su momento y la rechazó. Hay ocasiones, ante enfermedades prolongadas por ejemplo, que el duelo se inicia antes del fallecimiento y perdura durante el proceso de enfermedad, siendo una gran carga emocional para el doliente. A veces, el duelo se complica y no somos capaces de superarlo en mucho tiempo, no podemos resolverlo de manera adecuada y el dolor nos acompaña. Hay veces que un duelo reciente despierta sentimientos de un duelo previo. Otras, la presión emocional hace que lo sintamos de manera física a través de molestias y dolores. La realidad es que no hay dos duelos iguales.

¿Existen Etapas en el Duelo?

Durante mucho tiempo se consideró que había distintos estadios y muchos autores defendían que había que superar cada uno de ellos para pasar el duelo de manera adecuada. Son por ejemplo, muy conocidos los estadios de duelo definidos por Kubler-Ross en 1969:

  1. Negación
  2. Enfado
  3. Negociación
  4. Depresión
  5. Aceptación

Actualmente se reconoce el valor de estos modelos, pero se cree que en realidad no son secuenciales, ni tan estrictos. Si es cierto que muchas personas pasan por estos estadios, no todas lo hacen ni en ese orden. Es como si comprendiéramos de manera más clara que el duelo es un fenómeno muy singular, y que cada uno lo vive de una manera. El duelo en realidad tiene que ver con reconstruir nuestro mundo interno en el que algo se ha roto y ha cambiado para siempre; tenemos que reconfigurar nuestro sistema de creencias y de significados.

¿Cuándo se ha de Pedir Ayuda?

En una situación de duelo a veces se hace difícil saber si lo que estamos viviendo es demasiado desproporcionado o está durando mucho. Aunque la mayoría de las veces el duelo se termina por resolver adecuadamente, en algunas ocasiones se convierte en lo que se conoce como “duelo complicado”, cuando el doliente no se recupera de manera natural de sus síntomas, la intensidad es muy elevada y la duración va más allá de lo habitual, haciendo que la persona sufra un gran deterioro en las distintas áreas de su vida. Sin embargo, el proceso de duelo tiene altos y bajos, y no es gradual tampoco, lo que hace complejo dibujar una línea totalmente clara entre el duelo complicado y el que no lo es.

Desde el DSM 5, manual de referencia en el ámbito de la salud mental, se considera que tiene que haber una duración superior a los 12 meses en adultos y a los 6 en niños, donde los síntomas emocionales, cognitivos y de conducta afectan de manera grave a la vida del doliente y a su identidad, provocándole un malestar claro y profundo. Aquí puedes ver los criterios.

Pero tal vez lo importante sea detenernos a ver cómo nos sentimos nosotros y si el malestar nos permite avanzar o si por el contrario, nos sentimos bloqueados o atrapados en él. Pero no hay una regla que defina cómo ha de ser el proceso de ayuda. Hay personas que piden atención clínica para aliviar ciertos síntomas graves, como la falta de sueño o de apetito, a pesar de que entienden que su tristeza es la que tiene que ser. A veces la ayuda se reclama cuando hay un sentimiento de culpa o ira que no podemos dejar atrás. Pero debemos tener especial cuidado si sentimos que la situación nos desborda, si vemos que estamos aislados socialmente, nos descuidamos o nos sentimos superados y no podemos con nuestra vida, o cuando para aliviar el dolor acudimos a sustancias o al alcohol de manera repetida.

Tratamiento del Duelo

Para poder realizar un tratamiento adecuado es necesario examinar la situación y determinar la naturaleza y características del duelo, de la persona que lo sufre y de la situación en que se encuentra. Esto permite diseñar una intervención que pueda proporcionar la ayuda que el cliente está buscando y necesita.

Referencias

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